Es muy importante lo que creemos, pero mas importante es saber lo que somos.
Descubrir esto, se define, como hallar nuestro destino.
En este marco y en este sentido, sólo las historias hermosas son reales.
Quiero contarte tu historia...
Tu historia es mi historia.
Tu historia es mi historia en el reino de lo perdido, donde ninyas buscan los unicornios azules que perdieron un día. El mismo día que pospusieron en su vida la magia, y cerraron su corazón.
El corazón está cerrado cuando no llora y sólo llora por dentro.
Por eso siempre te gustaron los cuentos.
Los cuentos te llevan a otro tiempo, al tiempo sin tiempo. A ese tiempo que es tu eternidad.
Un día estaba yo mirando la luna.
En mi vida, siempre esperaba esa luna llena.
Las palabras en esa noches venían como racimos de pétalos de versos de poesía.
El resto de las noches yo escribía los pétalos envueltos el cintas de oro rojo.
Mis manos lo hacían con letras lentas barrocas y retocadas en infinidad de lazos en el trazo.
Me fui quedando sólo, prefería escribir en el viento los pétalos, a estar con otros o salir fuera.
Era una absoluta atracción.
Me envolvía.
Siempre sonyaba que escribía para ti, como no te conocía, siempre miraba la luna.
Vivía sólo y hacia cosas de poeta.
La vida pasaba, y yo, agradecía cada instante, que se derramarán esos pétalos de palabras, en el cesto de mi alma.
Una noche larga me dormí y me vino un suenyo de ti. No vi tu rostro, pero pude ver, mi rostro al verte.
Al despertar, los días volvieron a ser igual.
Cada noche es una ceremonia, un ritual. Cada noche hablaba en ti en versos.
Llegue a olvidarme de aquella noche de forma igual que se olvidan las cosas hermosas, suavemente, despacio.
Un día, un ninyo jugando se acercó.
Deje de escribir, deje de mirar la luna, aunque, fuese de día.
Jugué con el ninyo, me olvide.
Cuando terminamos de jugar, como terminan los ninyos de jugar, cuando le llama su madre, levante la mirada y vi a alguien... Era su madre.
Esa noche la luna de mi alma volvió a unirás con la luna del cielo. Tan sólo era que la luna sonreía. Me sonreía y me dijo que fuera al lago donde ella se refleja.
Salí. Un lago y tierra y la luna que le refleja. Me incline en el agua para verla, y, allí, mi rostro vi. En el, un gesto, una sonrisa, una imagen que se recuerda.
Vi lo que viví. Y supe quien era ella. La reconoci porque me reconoci. En mi rostro fue mi recuerdo.
Nunca más estuve a su lado.
Es como esas cosas que suceden una vez en la vida para ensenyarte el reino de la poesía, de unicornios azules y castillos en el aire.
La ninya volvió al río a sentirse reflejada y el cada noche continuó escribiendo sus palabras arrebatadas al suenyo. La luna sonríe y si es llena y ella la mira, la vida vuelve a ser eterna.
...no le busques sentido, no lo tiene.
miguel mochales, maestro zen.
domingo, 25 de mayo de 2008
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